miércoles, 12 de enero de 2011

El gran reloj de arena


Lo que se ve en la foto parece un cráter. Pero no lo es. Es un majtesh. La palabra proviene del hebreo, no existe un nombre que domine este fenómeno en otros idiomas, los geólogos que lo describen en otras lenguas adoptan el término hebreo. Hay muy pocos en el mundo, sólo en el desierto del Neguev (Israel), en la península del Sinaí (Egipto) y en Jordania. Ni siquiera tienen un nombre en árabe, los beduinos del Neguev los llaman "wadi", que significa valle. Majtesh significa literalmente "mortero", no el arma, sino el recipiente que se utiliza para moler grano. A los exploradores judíos que descubrieron el Majtesh Hakatán (pequeño majtesh) por casualidad en 1942, les recordó la forma de los morteros que los beduinos utilizan para moler café, y así lo bautizaron.

Lo que llamamos cráter (si nos atenemos a la nomenclatura geológica), se genera abruptamente como resultado del impacto de un meteorito o de una erupción volcánica. En cambio un majtesh es consecuencia de un proceso de erosión infinitamente más lento. Lo que hoy son los majteshim (plural de majtesh) en eras anteriores estaban llenos de arenisca. Pero en determinado momento, hace cinco millones de años, comenzaron a vaciarse, las aguas de los arroyos que los recorren se fueron llevando de a poco la arena hacia la Falla del Mar Muerto (בקעת ים המלח). En definitiva cada majtesh es un gigantesco reloj de arena natural, todos marcando la misma hora inmemorial. Y nosotros tan pequeños, viviendo nuestras vidas tan cortas, sumergidos en un ínfimo conflicto de apenas un siglo, apenas unos granos de arena, admirándolo desde el borde del precipicio.

En realidad aquellos exploradores judíos de los años cuarenta no fueron los primeros en descubrir los majteshim. Los británicos ya sabían de su existencia pero no los señalaban en los mapas porque creían que allí había petróleo y pensaban explotarlo. Incluso comenzaron a colocar vías de tren en dirección al Majesh Ramón con ese fin. También los conocían los romanos, que tenían un puesto de guardia cerca del Majtesh Hagadol del que aún se pueden ver unas pocas ruinas, quizás estaban allí para proteger alguna antigua ruta romana. Probablemente los conocieran los otros tantos pueblos que pasaron por la zona en los últimos seis o siete mil años. Pero no fue sino hasta el moderno Estado de Israel (o en sus vísperas), que estos recibieron el nombre por el cuál se los conoce hoy en día, se convirtieron en objeto de investigación y en sitios de atracción turística. Como diría Umberto Eco, de la rosa sólo nos queda el nombre.

Si están de camino a Eilat vale la pena hacer una parada en alguno de los majteshim para contemplar una vista tan magnífica como extraordinaria. A mí el que más me gusta es el "pequeño" que permite ver de un solo golpe la forma de mortero o de mitad vacía de reloj de arena. Los tres más conocidos y accesibles desde las rutas son el ya mencionado Majtesh Hakatán (el pequeño: 5 a 7 kilómetros de diámetro), Majtesh Hagadol (el grande: 14 kilómetros de largo) y Majtesh Ramón (el extra-extra large: 40 kilómetros de largo).


Más fotos de los majteshim aquí.

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