jueves, 27 de noviembre de 2008

Medalla de plata en las olimpiadas de ajedrez

Este martes se disputó la ronda final de las olimpiadas de ajedrez de Dresden 2008. Israel quedó en el segundo puesto de entre un total de 156 equipos participantes, ganando así la primera medalla de su historia. La medalla de oro fue para Armenia - a la que Israel también había vencido pero que en total acumuló más puntos - y la de bronce para Estados Unidos.

Las olimpiadas de ajedrez son la máxima competición internacional a nivel de países y se juegan cada dos años. En la olimpiada anterior, en Torino, Italia, Israel había quedado cuarto. El torneo está abierto a la participación de hombres y mujeres, aunque la práctica participan hombres casi en forma exclusiva. En paralelo y en el mismo lugar se juegan también las olimpiadas femeninas, en las que Israel quedó noveno. Israel hospedó las olimpiadas en dos ocasiones, Tel Aviv 1964 y Haifa 1976.

El torneo consiste de once encuentros, en cada ronda cuatro jugadores de cada equipo se enfrentan cada uno en una partida individual contra un jugador del equipo rival. Se suman los puntos por empates y victorias de cada una de las cuatro partidas individuales y el equipo que obtenga más puntos gana el encuentro. Israel ganó 8 encuentros, empató 2 y perdió uno solo, contra Ucrania, que obtuvo el cuarto lugar en la competencia. Además de ganarle a los campeones del torneo (Armenia), Israel venció a las poderosas selecciones de Alemania (que contaba con la importante ventaja de ser locatarios) y España (décimo puesto).

Los dos jugadores israelíes más llamativos fueron el más veterano y el más jóven, Boris Gelfand de 40 años y Maxim Rodshtein de 19, ambos invictos sin haber perdido una sola partida individual. Por supuesto, todos los cinco jugadores israelíes son inmigrantes de la ex-URSS.

De los latinoamericanos, quienes llegaron al puesto más alto, como de costumbre, fueron los cubanos, que terminaron vigésimoterceros. Los siguen muy de lejos Paraguay en el puesto 48. Uruguay quedó en un triste puesto 114.

lunes, 24 de noviembre de 2008

Optimismo en Israel por la victoria de Obama

Como bien dice este post de Acción por Israel, las simpatías de la mayoría de los israelíes por los candidatos presidenciales en la previa a las elecciones en EEUU, se podían resumir en la siguiente frase: "Entre Hillary y McCain, que gane Hillary, pero entre Obama y McCain, que gane McCain". No se puede decir lo mismo de los judíos norteamericanos, que mantuvieron su tradicional apoyo por el partido demócrata y votaron masivamente por Barack Obama.

Es claro que cualquiera de los tres candidatos mencionados son abiertamente pro-israelíes, no hay grandes diferencias en ese sentido. Acerca de las calumnias sobre la supuesta fe musulmana de Barack Hussein Obama, dudo que sean muchos los que se la hayan tragado. La desconfianza hacia Obama surge más que nada ante los temores de que llegado el momento, no confronte en forma decisiva la amenaza de un Irán nuclear. Ese temor sigue presente.

Sin embargo, tras la victoria de Obama, el optimismo que ese joven político supo encender en el pueblo norteamericano, esas olas de contagioso entusiasmo que trascendieron sus fronteras y se hicieron eco por todo el mundo, también llegaron a estas costas. Esa figura que parece combinar el carisma de una estrella de cine con la de un gran orador público de la talla de Martin Luther King, despierta admiración también por aquí. La consciencia de estar viviendo uno de esos grandes momentos históricos, con la elección del primer presidente negro de Estados Unidos, no nos deja indiferentes. Un pequeño paso para Barack Obama, un gran paso para la humanidad.

Más allá de lo positivo que pueda tener la elección de Obama a nivel mundial, también despierta esperanzas de que lleve a mejoras a nivel regional. Por ahora Barack Obama parece contar con el respeto del mundo árabe (en contraste con la antipatía que despertaba el belicoso McCain), lo cual puede ser de ayuda para mediar entre Israel y los palestinos y entre Israel y Siria. Lo otro que puede favorecer indirectamente a Israel es la eventual mejora de las relaciones entre Estados Unidos y Rusia que se deterioraron notoriamente hacia el final de la administración Bush. A Israel le conviene mantenerse en buenos términos con ambas potencias, cosa difícil de cumplir si el mundo vuelve a dividirse en dos bloques.

Por supuesto, los israelíes tenemos claro que hay que tener cuidado a la hora de cargar tantas expectativas sobre los hombros de este hombre. El presidente de Estados Unidos será poderoso, pero tampoco es el titán Atlas. Cuanto más altas las expectativas, más dura la posible decepción.

viernes, 21 de noviembre de 2008

¡Spasiva!

Está mañana me encontré con un post de mi amigo Ariel que habla sobre la inmigración rusa a Israel y sus dificultades de absorción a la sociedad israelí. Mi amigo percibe a la aliá rusa de manera bastante negativa, visión que no comparto y que paso a comentar.

Empecemos por precisar algunos datos. Cuando hablamos de "los rusos" en Israel, ya estamos cometiendo la primera generalización. La gran ola inmigratoria de los años noventa, tras la caída del muro de Berlín, no vino sólo de Rusia, sino de todos los países detrás de la cortina de hierro, los rusos son la mayoría, pero hay también una respetable cantidad de ucranianos, georgianos, lituanos, bielorrusos, moldavos, uzbekiztaníes, kazajastaníes y demás. Como uruguayo que tiene que sufrir que en Israel lo llamen argentino, lo mínimo que puedo hacer es mencionar la distinción. Contando a los pocos miles que habían llegado en las tres décadas anteriores y a los que siguen llegando en esta década, se habla de al rededor de 1.200.000 personas, que en un total de 7 y poco millones de habitantes en Israel (sin contar a los árabes de Cisjordania), son aproximadamente un sexto de la población del país.

Lo que cuenta mi amigo, es en parte cierto, siendo tantos tienen la ventaja de poder manejarse en su propio idioma, que de facto se ha convertido en la tercera lengua del país, luego de las dos lenguas oficiales, el hebreo y el árabe. Es cierto que tienen sus propios supermercados, periódicos, una emisora de televisión y un partido político. Es cierto que quienes así lo deseen pueden quedarse en esa especie de "gueto" cultural y que algunos de ellos así lo hacen. Pero entre los inmigrantes jóvenes buena parte se adapta al país con relativo éxito, estudian en la escuela con los demás israelíes, sirven juntos en el ejército, estudian juntos en la universidad y se integran al mismo mercado laboral. Su supuesto gueto tampoco está herméticamente cerrado a los demás israelíes, el partido político ruso Israel Beiteinu tiene varios miembros y muchos votantes que no son de origen soviético, en su cadena de televisión van a entrevistarse políticos que no hablan el ruso y en sus tiendas, quien les habla, como muchos otros sudamericanos laicos, va a comprar los mejores fiambres disponibles en Israel.

Sobre las tendencias políticas de los inmigrantes de la ex-Urss, Ariel también generaliza y exagera. Es cierto que hay muchos que apuntan hacia la extrema derecha, pero no todos. Hace unos años, tuve la oportunidad de preguntarle el por qué a Roman Bronfman, un inmigrante ucraniano, ex-miembro del parlamento por el partido de izquierda Meretz. Al parecer es algo que tiene que ver con la educación recibida en la Rusia soviética, pero no necesariamente en Ucrania. También es una burda y errónea generalización decir que todos los rusos carecen de apego por la cultura y la tradición judía. Es cierto que tras décadas de casi forzado laicisismo soviético el lazo con la identidad judía se fue diluyendo, pero como en todos los demás grupos, el nivel de acercamiento a la cultura judía con el que llegan a Israel, y sobre todo el que van adquiriendo una vez llegados, varía muchísimo.

El post comentado está ilustrado con las imágenes de Arkadi Gaidamak y Avigdor Lieberman. Gaidamak es un empresario requerido en Francia por tráfico de armas que hizo un intento fallido de abrirse camino en la política israelí al estilo de Silvio Berlusconi, a fuerza de dinero, comprando un cuadro de fútbol, una emisora de radio, un hospital y demás. Avigdor Lieberman es un político racista y fascista que me avergüenzo de tener por compatriota. Estos dos engendros son muy vistosos y hacen mucho ruido en los medios, pero me parece injusto colocarlos como representates de aliá rusa. ¿Qué hay de los deportistas que representaron a Israel en lo últimos juegos olímpicos? ¿De los músicos, bailarines y artistas de la misma procedencia?

Lo que más me sorprendió del post en cuestión es la idealización de la aliá en general en comparación con la aliá rusa. Los rusos no son los que más difícil se les hace la adaptación, sino los etíopes que vienen de una zona culturalmente muchísimo más distante de Israel que Rusia. De todas las olas de inmigración, hasta donde sé, la que tuvo un mayor porcentaje de inmigrantes que se volvieron a su país, no fue la rusa, sino la ola argentina del 2001 al 2003. Tras décadas de la inmigración de los judíos de Marruecos y el Yemen a las que Ariel se refiere, aún persisten las tensiones entre los así llamados mizrajíes y los ashkenazíes, los ashkenazíes siguen disfrutando de una posición dominante en lo socioeconómico y en las esferas del poder político, por lo que no se puede decir que la integración haya sido completa. El proceso de integración es muy lento y puede llevar generaciones, yo recomendaría no apresurarse a juzgar los resultados de aliá rusa de manera tan negativa.

Ariel da a entender que antes de que llegaron los olim de la ex-uRss, la aliá a Israel era por motivos ideológicos. Pero lo cierto es que la aliá ideológica siempre fue una diminuta minoría, desde finales del siglo XIX en adelante los judíos han llegado a Israel escapándose de las persecuciones y del hambre, tal como lo predijo Teodro Hertzel, el fundador del Movimiento Sionista. Para darle refugio a esos judíos, fue que Hertzel ideó el Estado Judío. Si a alguien le preocupa la causa sionista, debería agradecer a la aliá de los noventas que mantuvo el balance demográfico entre judíos y árabes, y ayuda a que Israel siga siendo un estado judío y democrático.