Imagínate que vas por la calle y de repente escuchas una sirena. Un cohete está apunto de caer en las proximidades, tienes que correr a cubrirte en un refugio anti-bomba lo más rápido posible. Si no hay ningún refugio cerca debes correr hacia cualquier otra cosa que puede servirte de protección, la pared de una casa, o mejor, el espacio vacío debajo de las escaleras en un edificio de apartamentos. La sirena pasa, tu estás bien, puede que el cohete haya caído en el otro extremo de la ciudad, con suerte en un terreno baldío. Aún no hay forma de saber dónde ha caído. Imagínate que tus padres están en su casa, tu pareja en el trabajo, tus hijos en la escuela, cada uno en un punto distinto de la ciudad. Imagínate el susto que vas a pasar hasta que puedas contactarlos a todos y asegurarte que todos tus seres queridos están bien. Te enteras que tu vecino se quedó sin techo, el cohete le derribó media casa, pero a Dios Gracias, son sólo daños materiales, el vecino no estaba allí en ese momento. Están todos bien, otra vez alguno de ellos se salvó por unos pocos metros, los niños están bien, algo asustados como es natural, ya se les va pasar. Imagínate que por fin puedes respirar aliviado. Imagínate que cinco minutos después vuelves a escuchar la misma sirena. De nuevo, todos están bien. Imagínate que esta secuencia se vuelve a repetir varias veces ese mismo día y al día siguiente y al siguiente y al siguiente. Así, todos los días, casi ininterrumpidamente, durante años.
Te has imaginado la vida en la ciudad de Sderot.
Los cohetes "Kassam" son proyectiles de fabricación casera de pocos kilómetros de alcance y carentes de precisión. No te matan si no te caen justo encima, cosa poco probable. Para mayor efecto los rellenan con pequeños pedazos de metal que al explotar el cohete salen disparados en todas las direcciones y hieren a quien se encuentra a pocos metros del punto donde cae el cohete. En los últimos siete años los cohetes Kassam, lanzados desde la franja de Gaza han matado a sólo once personas. Muchos más mueren mensualmente en Israel por accidentes de tránsito. El principal golpe no son los muertos y heridos, sino las miles de personas que quedan en estado de pánico. Se trata de una guerra psicológica.
Se trata también de una guerra mediática. A nadie fuera de Israel le importa un comino el sufrimiento de los habitantes de Sderot. Si de sufrimiento hablamos, no hay duda que es mucho más visible y conmovedor el sufrimiento de los palestinos. En el mundo, naturalmente, condenan cada contraataque de Israel, que por unos pocos heridos israelíes deja varios muertos palestinos. No es justo, dicen, que Israel tome represalias tan duras por ataques tan leves. Pero para la madre que vive en Sderot, si el jardín de infantes de sus hijos está bajo amenaza, el ataque no es leve, no le importa cuan poco efectivos sean los Kassam palestinos en comparación con los helicópteros apache israelíes, no le importa cuan dura sea la represalia, exige al gobierno de Israel que emplee cualquier medio disponible para detener, o al menos atenuar, la rutina descrita anteriormente. Aún en los períodos que el gobierno de Israel adopta una política de contención y por motivos estratégicos prefiere no hacer un uso contundente de su poderío militar, no puede ignorar del todo la presión popular. Hace meses que se viene especulando sobre la posibilidad de una operación militar a gran escala en Gaza en la que probablemente mueran decenas de personas de ambos bandos, operación que podría reducir drásticamente la capacidad de los palestinos de lanzar cohetes hacia Israel, al menos por un tiempo. Si los palestinos siguen disparándonos con la frecuencia actual, es sólo cuestión de tiempo antes de que las especulaciones se conviertan en realidad e Israel lance el ataque.
Desde que Israel desmanteló los asentamientos y se retiró de la franja de Gaza, las cosas no han dejado de empeorar. Ahora además de los cohetes Kassam en Gaza cuentan con misiles Grad, cortesía de los gobiernos de Siria e Irán. Se trata de proyectiles de mayor poder de destrucción, de mayor precisión y de varios kilómetros más de alcance. Ayer, por primera vez, cayó uno a 300 metros de la casa de mis padres. No hubo heridos.
Sosteniendo los restos de un cohete Kassam.
Tranquilos, no me borró la cabeza.
Imre Goth
Hace 1 año